Una excelente iniciativa de Éride Ediciones es la publicación de una colección de teatro dedicada a las obras estrenadas en Mérida, en el mismo teatro romano, o en otro emplazamiento adecuado para la representación. De ellas la mayoría son versiones o adaptaciones de tragedias griegas y estas son las que voy a comentar aquí, empezando por la más reciente: Las Suplicantes de Silvia Zarco, estrenada en agosto de 2021.
Esta obra aúna dos tragedias griegas del mismo nombre, pero de temática diferente: una de Esquilo y otra de Eurípides que en la versión de Silvia Zarco se juntan en una sola trama. En la obra de Esquilo las protagonistas son las Danaides, en el mito griego las cincuenta hijas de Dánao (en la obra son solo once por razones del espectáculo) que acuden desde Egipto a la tierra de Argos para pedir hospitalidad de su rey huyendo de los hijos de Egipto porque no desean verse obligadas a casarse con ellos. En la de Eurípides esas suplicantes son las mujeres que reclaman los cuerpos de sus hijos muertos en Tebas en la guerra entre Argos y Tebas. En Silvia Zarco las hijas de Dánao y las madres argivas se unen en un único propósito y las Danaides lloran el destino de esas madres argivas privadas de sus hijos. Como justifica la autora y directora en su introducción al libro “Sus protagonistas eran dos grupos de mujeres que en situaciones de angustia resolvían conflictos tan humanos como el derecho al propio cuerpo, el derecho al asilo y el derecho a dar digna despedida a los muertos”.
Es el segundo acto el que introduce esa segunda trama en el contexto de la guerra entre tebanos y argivos que conocemos a través de otra tragedia de Esquilo, Los siete contra Tebas, y que pertenece a la leyenda tebana como una continuación al mito de Edipo.
Algún buen conocedor de la obra original griega echaría en falta el dramático episodio de Evadne, la mujer que se arroja a la pira funeraria de su marido muerto que la versión de Silvia Zarco ha omitido, aunque sí mantiene otros episodios, por ejemplo, la intervención del rey Teseo en favor de las madres y la aparición de los niños, los hijos de los guerreros muertos. En cualquier caso, la obra, lo mismo que los originales griegos en los que se inspira, es una exaltación del pacifismo y una apología de los sentimientos humanitarios.
Pasando ahora a las versiones de Antígona la editorial ha tenido el gran acierto de incluir en cada uno de los libros una traducción de la obra de Sófocles para que el lector pueda tener acceso a la obra original que ha inspirado estas versiones.
La Antígona de Mérida de Miguel Murillo, estrenada en julio de 2011 en el Festival de Teatro de Mérida, sitúa la acción precisamente en el propio teatro de Mérida y en el contexto de la guerra civil española. Y el bando de Creonte de dejar sin enterrar a Polinices como enemigo de Tebas se convierte aquí en “Todo aquel que ayude a los enemigos de la Patria comete un delito que solo se paga con la muerte.”
No es difícil situar la trama de la obra de Sófocles en un contexto moderno. La universalidad del conflicto que plantea permite trasplantarlo a cualquier momento o situación histórica, como ya hicieron en su día Bertolt Brecht o Jean Anouilh y el dilema de la tragedia sofoclea se plantea en la versión de Miguel Murillo en la segunda escena del primer acto: “¿Cómo se va a castigar a una hermana por querer enterrar decentemente a su propio hermano?”. Se trata del enfrentamiento entre un hombre poderoso y una mujer que defiende que las leyes humanas están por encima de las leyes de los dioses.
En la obra de Miguel Murillo los nombres de los personajes no coinciden con los del drama griego, en realidad se les presenta como actores que habían venido a ensayar y representar la obra de Sófocles y en toda la trama se mezcla la realidad histórica de la guerra civil con la ficción del mito de Antígona, incluyendo alusiones y alabanzas al teatro de Mérida o recuerdos de célebres actores españoles del pasado como Margarita Xirgú. Las referencias al teatro del pasado se mezclan constantemente con la acción hasta llegar a la última escena en la que tiene lugar la representación de Antígona finalizando con un recuerdo a la gran Margarita Xirgú como Antígona.
En contraste, Antígona siglo XXI en versión de Isidro Timón y Emilio del Valle, estrenada en la Alcazaba de Mérida en julio de 2011, mantiene los nombres de los personajes y la acción se sitúa en el espacio mítico de Sófocles, es decir, en la ciudad de Tebas. El conflicto se mantiene el mismo, aunque sus autores se permiten jugar con los sentimientos de los personajes y sustituye el coro original de Sófocles de ancianos nobles de Tebas por un coro de payasos o artistas callejeros que rapean contando los precedentes de la historia, la guerra entre Argos y Tebas y la muerte de los dos hermanos hijos de Edipo, Eteocles y Polinices. Las relaciones entre los personajes de Ismene, Hemón, Creonte y Antígona se mantienen y, especialmente, el desafío de Antígona contra el tirano de la ciudad. El suicidio de Antígona que en Sófocles es relatado por un mensajero aquí aparece precedido por el propio monólogo de la heroína que, cuando ya ha sido encerrada como castigo a su acción desobediente, se despide de aquellos que ama, lo que hace la escena más dramática y más cercana al lector o espectador.
La tragedia Medea de Miguel de Unamuno se estrenó en el Festival de Teatro de Mérida en junio de 1933 teniendo como protagonista en el papel de Medea a Margarita Xirgúy este es el texto que Éride ha recogido y publicado en su colección, aunque no sea de estreno reciente. Unamuno en realidad no hizo una versión propia de la Medea de Eurípides, sino que tradujo la versión del poeta romano Séneca, quien se inspiró a su vez en la original griega, aunque trató el tema de una forma algo diferente. Eurípides contaba cómo Medea, repudiada por su esposo Jasón que quiere contraer un nuevo matrimonio, decide castigarlos, a él y a su futura esposa, matando a ella primero y después a los hijos que tuvo con Jasón. El personaje de Medea en Séneca y al mismo tiempo en Unamuno es un ejemplo de las pasiones que deben ser controladas. La culminación del drama tiene lugar cuando Medea decide matar a sus hijos: “Ahora sí que soy Medea” dice en la escena primera del acto quinto, lo que es una confirmación de que el acto de infanticidio es lo que la caracteriza y define, como en todas las recreaciones más modernas de la tragedia.
La obra publicada por Éride está acompañada por otra obra, 50.000 pesetas de Raquel Bazo (representada en julio de 2020 en el Parador de Mérida), que es una crónica dramatizada como un monólogo sobre el estreno de la obra de Unamuno en el teatro de Mérida, seguida por unas fotos de dicha representación, así como de los actores de 1933. Es, esencialmente, un monólogo sobre el origen del Festival de Mérida.
Aunque mi comentario se refiere en particular a las tragedias griegas, la colección incluye otras obras de tema clásico histórico como Nerón o Marco Aurelio. El acertado diseño de las portadas nos sugiere los autores y el mundo clásico donde se han originado las obras. En definitiva, se trata de una interesante colección que trae a los amantes del teatro y a los lectores una muestra de las obras clásicas y las obras modernas que se han inspirado en ellas revelando una vez más la vigencia de los textos clásicos y sus temas en nuestros días.
Mercedes Aguirre
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